Por Carlos
Leal
Al salir de ver la nueva comedia
de ciencia ficción del director Ivan Reitman, Evolution,
se le queda a uno la sensación de haber visto una versión
ampliada y revisada de aquellos anuncios en los que una joven
comenzaba por ponerse una compresa y terminaba recorriendo la
Gran Muralla china o escalando el Himalaya, por poner un caso.
Como en esos spots, Evolution se caracteriza por
un ritmo desenfrenado que esconde una lógica interna
siempre al borde del absurdo, algunos golpes de humor de desigual
fortuna y un final en el que una conocida marca de champú,
cuyo nombre omitiremos por pudor, consigue salvar el mundo.
La
película comienza con la llegada de un meteorito a La
Tierra, que contiene una forma de vida alienígena que
comienza a mutar con excepcional celeridad. Para investigar
el fenómeno llegan los científicos locales Harry
Block e Ira Kane, un antiguo pez gordo del Pentágono
caído en desgracia. No obstante, conforme el suceso va
adquiriendo una magnitud preocupante se instalan en la zona
los militares, dispuestos a acabar con el problema de forma
expeditiva.
A cargo de Evolution se
encuentra, como ya hemos dicho, el director de origen checoslovaco
Ivan Reitman, autor de las dos partes de Cazafantasmas.
Y, de hecho, su nueva comedia recuerda en muchos puntos a las
dos películas que le lanzaron a la fama: tres héroes
acompañados de una chica se enfrentan a una amenaza planetaria
que a última hora toma forma de un enorme monstruo al
que eliminan de una manera moderadamente ingeniosa.
De hecho, la principal innovación
que presenta Evolution frente al modelo Cazafantasmas
es que en ella lo paranormal es sustituido por lo paracientífico.
Y es que por más que Ivan Reitman defienda que ha pretendido
conservar la base científica del guión, decir
que esta película tiene una base científica ya
es en sí llevar las cosas demasiado lejos. O si no a
ver si alguien sabe explicarme por qué se llama la película
Evolution cuando se pasa por el forro el darwinismo y
pregona un concepto bastante más cercano al de la adaptación
de Lamark. O por qué se toma la tabla periódica
como un tablero de ajedrez, sin ir más lejos. Y un largo
etcétera.
Aunque,
claro, siempre puede argumentarse que una película fantasiosa
no tiene por qué ser realista desde el punto de vista
científico. Cierto, y si ése fuera el único
problema del guión de Evolution estaríamos
hablando de una cinta bastante más conseguida. Sin embargo,
el humor es en ocasiones demasiado grueso (por ejemplo, en la
intervención rectal de Orlando Jones), y la película
se mueve entre tópicos la mayor parte del tiempo. Así
sucede particularmente con el personaje que interpreta Julianne
Moore, una científica sexy, torpe y fría en apariencia,
del que el New York Times dice textualmente: "una invención
cómica de este calibre nos hace lamentar que la huelga
de guionistas no se produjera".
Junto a Julianne Moore protagonizan
la cinta Sean William Scott, un recuperado Dan Aykroyd, Orlando
Jones y David Duchovny. Mención aparte merecen los dos
últimos, que forman una pareja cómica bastante
efectiva, con Jones dando un amplio recital de humor gestual
y un Duchovny que ironiza con su archiconocido personaje del
agente Mulder de "Expediente X". Es, en definitiva,
Evolution una película de temporada, como tantas
otras que llegan cada verano, que consigue entretener a un nivel
superficial pero que deja tras su visionado una enorme sensación
de vacuidad.
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