Por
José Antonio Díaz
Aunque mal traducida del original No es otra
película de adolescentes, el título de la cinta da en el
blanco de sospechar a sensu contrario que sí es otra
estúpida película tanto de adolescentes como americana (¿es
que conocemos películas de adolescentes, como género, de otra
nacionalidad?). Pero sentada la principal premisa, hay que matizar
bastante, no vaya a ser que los lectores bienpensantes queden
confortados por una conclusión tan fácil y tópica como estrecha
de miras.
Subida
de forma oportunista en el ya gastado carro de la moda de parodiar
películas emblemáticas anteriores, que comenzó como subgénero
la brillante Aterriza como puedas hace ya más de veinte
años, es cierto que se trata más de una sucesión de gags que
de una historia con un mínimo de entidad, y que el pésimo gusto
de algunas de sus secuencias, atribuible a los mismos guionistas
que perpetraron esa bazofia llamada Scary movie, la hacen
a ratos literalmente insufrible. Pero también lo es que su inequívoca
vocación gamberra contra todo tipo de clichés bobalicones del
subgénero de las películas de adolescentes de Hollywood consiguen
materializarse a ratos en divertidísimas secuencias que recuerdan
más a las primeras películas de los hermanos Zanuck que a las
últimas películas paródicas para consumo exclusivamente adolescente.
La materia argumental sigue siendo la de siempre:
el chico busca chica, etc. con el telón de fondo de los juegos
y las apuestas erótico-festivos de unos estudiantes de un Instituto
de secundaria de libro obsesionados con el sexo, pero el tono
es definitivamente menos infantil que sarcástico, pleno de una
mala uva que no deja títere con cabeza, y que hay que tener
paciencia para poder entresacar de vez en cuando de un metraje
aparentemente más convencional, cuando no zafio.
Por otra parte, el ritmo, frenético, no tiene
un solo desfallecimiento, con lo que el humor más o menos grosero
de bastantes de sus secuencias se diluye en medio de una comicidad
de fondo, brillantemente desmitificadora, mucho más afortunada,
que se ríe salvajemente no sólo de los lugares comunes del cine
que aparentemente parodia, sino incluso del tipo de inquietudes
que suele tener el tipo de espectador que lo frecuenta.
Y por último está la magistral elección de una
desternillante y omnipresente banda sonora, brillantemente montada
sobre cada una de las secuencias, y que, a modo de compensación
de la evidente falta de progresión de una historia sólo existente
como cliché previo y fragmentada en innumerables secuencias
deshilvanadas, consigue conducir rápidamente la atención del
espectador hacia el tipo de ambientación que da sentido a la
comicidad de cada uno de los gags.
A diferencia de otras películas con similares
destinatarios, la falta de auténtica comicidad en la inmensa
mayoría de las situaciones planteadas se compensa en parte por
brillantes ocurrencias que nos devuelven a ratos a la época
de oro del subgénero de la parodia cinematográfica.
|