Por
Alejandro del Pino
El humor es una de las mejores armas para desenmascarar
el absurdo decualquier conflicto bélico ya que desaloja
a sus protagonistas del pedestal de héroes y muestra
el lado más ridículo de la guerra. No hay buenos
ni malos sino meros títeres atrapados en una situación
límite que les desborda y les aboca a un enfrentamiento
inevitable, tan trágico como inútil.
En
tierra de nadie, primer largometraje de ficción del
joven realizador bosnio Danis Tanovic, ofrece una visión
en clave tragicómica del conflicto de los Balcanes, un
espinoso tema que ya ha inspirado algunas propuestas fílmicas
tan interesantes como Underground, La mirada de Ulises
o Before the rain. El film de Tanovic ha recibido varios
galardones internacionales (Premio del Público en el
Festival de Donostia-San Sebastián, Globo de Oro a la
Mejor Película extranjera, Premio al Mejor Guión
en Cannes) y se perfila como posible candidato al Oscar como
mejor película de habla no inglesa.
En tierra de nadie describe la historia
de dos soldados, uno bosnio y otro serbio, atrapados en una
trinchera que se disputan ambos bandos. Son enemigos, pero están
en el mismo agujero y para salvar el pellejo lo más conveniente
es que negocien. Todo se complica por que hay un tercer soldado
que se encuentra tumbado sobre una mina (de fabricación
estadounidense) con un perverso mecanismo: no estalla cuando
se pisa sino cuando se deja de pisar. A pesar de que se lo impiden
las ordenes burocráticas de sus superiores, un sargento
de la UNPROFOR decide intervenir y con él llega un buen
puñado de periodistas ávidos de noticias nuevas
con las que arañar audiencia en los informativos.
Haciendo uso de un discurso tosco pero demoledor
que no deja títere con cabeza, Tanovic denuncia lo evidente,
aquello que nadie defiende pero que sin embargo se suele obviar:
la guerra es mala y absurda (así de simple, así
de cierto) y a todos embrutece y enloquece. A los dos soldados
y a los mandos de sus ejércitos, pero también
a las fuerzas internacionales de pacificación, atrapadas
en una dinámica burocrática que les impide solucionar
incluso los asuntos secundarios, o a los propios periodistas
que montan un circo mediático -superficial y efímero-
en torno a la tragedia ajena. En una de las escenas más
impactantes de la película, Tanovic fusiona el sonido
de las cámaras fotográficas con el graznido de
unos buitres sobrevolando a una presa yaciente en medio del
campo de batalla.
Apoyada
en un guión sólido y en un buen trabajo de los
actores, uno de los principales aciertos de la película
es el shock visual que produce. El realizador bosnio
ha buscado conscientemente el contraste entre un paisaje natural
de colores vivos durante un largo y luminoso día de verano
con la locura y brutalidad de la historia que se relata. Tanovic,
que fue responsable de los archivos de cine del ejercito bosnio,
logra así trasmitir su idea de que la falta de armonía
y el odio que genera la guerra "no son naturales y no aportan
ninguna solución". Una idea que queda subrayada
con escenas y diálogos paradójicamente cómicos
y herederos de la mejor tradición del humor absurdo:
los dos protagonistas intentando convencerse mutuamente sobre
cual de los dos bandos comenzó el conflicto, un soldado
que se asombra por "la que se ha liado" en Ruanda,
el experto en minas alemán que llega a su cita con puntualidad
germana...
No obstante el film de Tanovic se resuelve con
cierta tosquedad, sin la sutileza crítica necesaria para
lograr incomodar al espectador. La ridiculización de
los protagonistas neutrales del conflicto (periodistas
y cascos azules) es muy ruda y esquemática, convirtiéndoles
en personajes demasiado planos como para otorgarles dramatismo.
Algunos de los recursos humorísticos utilizados se nutren
de estereotipos excesivamente obvios (como el general de la
UNPROFOR acompañado de una secretaria rubia que le lleva
el casco o los malentendidos por causas del idioma) y cuando
se busca una mayor intensidad emotiva se hace con torpeza. Pero
en cualquier caso, el humor en tiempos de guerra es siempre
un ejercicio saludable. Y subversivo.
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