Por David
Montero
En la película de Luis García
Berlanga Bienvenido Mister Marshall los habitantes de la
pequeña población de Villar del Río esperan
con los brazos abiertos a una comitiva norteamericana. "Mister
Marshall proveerá", afirman los lugareños mientras
aguardan cartera en mano a que lleguen los todopodersoso estadounidenses.
Prácticamente igual que hoy en día productoras y
exhibidores europeos esperan a que lleguen los grandes estrenos
de Hollywood a nuestras pantallas: frotándose las manos.
¿Sería
posible tal grado de expectativa ante una producción europea?
Buscando respuesta el productor John D. Schofield y el realizador
francés Jean Jaques Annaud han creado Enemigo a las
Puertas, una producción comercial europea de calidad
que aspira a competir con las películas más espectaculares
que llegan desde el otro lado del charco. Para ello ha contado
con el presupuesto más alto destinado a una cinta europea
hasta el momento, 17.100 millones de pesetas.
Enemigo a las Puertas, basada
en un estudio histórico de William Craig, cuenta la historia
real de Vassili Zaitsev (magnífico Jude Law), un joven
pastor de los Urales que se ve forzado a combatir en Stalingrado.
Durante el transcurso de esta interminable batalla, Zaitsev pronto
se convierte en un arma propagandística soviética
dada su increible puntería y su habilidad para eliminar
altos oficiales del ejército nazi. Sin embargo, desde Berlín
el Tercer Reich envía a su mejor francotirador, Konig,
para eliminarlo. Durante la apasionante disputa táctica
que enfrenta a ambos, el joven soldado ruso descubre cuál
es la razón exacta por la que lucha y porqué merece
la pena vivir.
Muchos han visto en Enemigo
a las Puertas los rastros de películas como La Lista
de Schindler y Salvar al Soldado Ryan de Steven Spielberg.
No se equivocan. Annaud ha copiado el modelo de los grandes estudios
en su totalidad y las mismas críticas que suelen hacerse
a estas cintas son válidas sin alteración para el
filme del realizador francés. Enumeremos una lista sencilla:
simplificación de cualquier preocupación moral o
existencial, planteamientos con alto grado de espectacularidad,
las gotas justas de lealtad, amistad, amor y gran traca final
con oda a la libertad y a los dones de la democracia neoliberal.
Todo está aquí. Quizás por eso la película
fue acogida con cierta frialdad en el pasado festival de Berlín.
Pero tampoco nos conviene a nosotros
convertirnos al maniqueismo, porque Enemigo a las Puertas
es, sobre todo, un gran drama bélico que recoge y continúa
con inteligencia la mejor tradición de las películas
de guerra. Un filme que combina las dosis exactas de acción,
suspense y grandeza manejados con un gran instinto cinematográfico
para lograr un producto épico de considerables proporciones.
Jean Jaques Annaud ha sabido colocarse
detrás de la cámara para completar con este filme
el camino más comercial que ya iniciara hace algunos años
con un título como Siete años en el Tibet.
En este sentido, el realizador francés ha cambiado el plano
estático, silente, y el encanto inteligente de producciones
como El Oso o En busca del fuego por un camino más
convencional, en la linea también de otros filmes firmados
por él como El nombre de la Rosa o El amante.
Un cine, en definitiva, que no
aporta nada nuevo, pero que se hace necesario en un panorama como
el europeo, tan necesitado de películas de exhibición
viable. Un pequeño/gran hito, además, contra el
poder exclusivo de los grandes estudios norteamericanos. Seguro
que a Annaud se podrían aplicar las palabras del poeta
Oliverio Girondo "...y lanzo mi piedra, sonriendo ante la
inutilidad de mi gesto". Y es que cuando llegué Pearl
Harbour se acabó todo.
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