Ficha técnica

 

 


El pianista

Memoria del horror

Por Alejandro del Pino

La insistencia excesiva en una determinada idea suele conducir a una pérdida de su eficacia comunicativa y a la eliminación, por agotamiento, de su sentido originario. Por ello, la cantidad de obras que han abordado con desigual fortuna la criminal y sistemática política de exterminio que llevó a cabo el régimen de Hitler contra el pueblo judío puede llegar a saturar a muchos espectadores que, como respuesta, adoptan una actitud recelosa o desganada ante el anuncio de un nuevo filme sobre el horror nazi.

Pero la profunda herida real y simbólica que abrió aquel terrible suceso histórico no podrá cerrarse ni en cincuenta ni en mil años. Y más allá de que con el tiempo y la insistencia se desdibuje el sentido real de la denuncia del horror de los campos de concentración (no hay que olvidar que ese régimen fue un fruto perverso de la civilización occidental, no algo ajeno ni aislado a su sistema de valores), parece comprensible que sus principales víctimas hagan todo lo posible por manterner viva la memoria del holocausto. Sin duda, es necesario rememorar, revisar y relatar aquel horror para que nunca se vuelva a repetir, pero también debe plantearse una profunda reflexión sobre los modos de narrarlo para evitar caer en la autocomplacencia o en la justificación vengativa de sus propias injusticias históricas (hoy mismo, no lo olvidemos, el estado israelí está aplicando una sangrienta política opresiva en los campos de refugiados y las ciudades palestinas asediadas).

Con un lenguaje fílmico deudor del cine clásico (discreción formal, evolución dramática gradual, ritmo in crescendo, manejo fluido de la elipsis narrativa, sutileza gestual,...) y una prodigiosa labor interpretativa de su actor protagonista (el estadounidense Andrien Brody, conocido por sus intervenciones en Pan y rosas o Las flores de Harrinson), Roman Polanski ha realizado una estremecedora aproximación a ese nefasto periodo histórico. El pianista, que logró la palma de oro en la última edición del Festival de Cannes, es su particular ajuste de cuentas con el horror nazi (durante su infancia Polanski vivió en los guetos judío de Varsovia y Cracovia y su madre murió en un campo de concentración) y uno de sus trabajos más contenidos, sobrios y directos que logra evitar con mucha elegancia cualquier tentación autorial innecesaria.

Lejos del estilo formalista y enrevesado de obras como Repulsión, La semilla del diablo o Lunas de hiel, el director polaco ha llevado a cabo una película transparente y precisa, con una espléndida puesta en escena y una banda sonora muy sugerente. Una película tan sutil como impactante que consigue fundir en un todo indivisible crudeza testimonial y empuje lírico, fluidez narrativa y extrema complejidad dramática. Todo ello a través de la recreación de la autobiografía de Wladyslaw Szpilman, un reputado pianista polaco de origen judío que sobrevivió en Varsovia durante los cinco años de la ocupación nazi. A partir de un guión sólido y eficaz y de un admirable sentido del ritmo y la contención cinematográfica - la película supera ampliamente las dos horas, pero no se hace larga -, Polanski logra introducir al espectador en la piel y cabeza del protagonista, con quien compartimos sus pequeños gestos cotidianos para huir del infierno, su emoción muda cuando toca el piano sin rozar las teclas, su decisión desesperada de no abandonar un lata con comida que han encontrado aunque no tiene nada para abrirla.

En El pianista, Polanski recurre a escenas de gran crudeza visual (los asesinatos a sangre fría e indiscriminados, el protagonista bebiendo de un cubo de agua sucia) o a otras de extrema dureza simbólica (los conflictos entre los propios judíos en el gueto, la construcción de un muro que les separa de los "gentiles"), pero lo hace siempre con pudor y sutileza, evitando efectismos gratuitos y excesos dramáticos. Destacan especialmente algunas escenas tan bellas como demoledoras en las que Polanski derrocha talento cinematográfico y sensibilidad lírica: la estación llena de maletas vacías después de la salida de un tren hacia el campo de concentración de Treblinka, la desolada panorámica de una calle de Varsovia tras los bombardeos...

El pianista, no obstante, peca de cierto esquematismo analítico (hay demasiados lugares comunes en la recreación del horror nazi), abusa puntualmente de algunos efectos formales (por ejemplo, la luz de resonancias divinas que ilumina a Szpilman cuando toca el piano junto al oficial alemán que le ayuda) y recurre a ciertas trampas narrativas que no aportan nada al sentido del filme (los subtítulos al final que explican el destino de los protagonistas,...). En cualquier caso, estamos ante una de las más dignas, sinceras e inquietantes recreaciones cinematográficas del holocausto, que representa además uno de los momentos cumbres en la carrera de este veterano director que se había mostrado algo desorientado en sus trabajos recientes (sobre todo en La novena puerta).

 

Histórico de críticas de cine

Coloca cinestrenos entre tus favoritos

Suscríbete a la
lista de correo
  Nombre:
   
  E-mail:
   
   Estrenos
   Novedades
   Televisión


Foro de discusión

Enlaces

 

  Sobre cinestrenos.com     Publicidad     Contacta con nosotros     Sugerencias
© Cinestrenos.com 2003. Todos los derechos reservados.