Ficha técnica

 


El perdón

Fuego en la nieve

Por Manuel Ortega

Ya sabemos que hay escritores a los que el cine no les ha hecho excesiva justicia en las adaptaciones de sus obras. Por el contrario tenemos a otros cuya esencia sí ha sido atrapada por la pantalla grande, haciendo más accesible su mundo y su mensaje a una mayoría más global. Thomas Hardy es uno de estos extraños casos donde todas las películas que sus libros han propiciado (al menos las que recuerdo) han sabido captar la hondura de su mundo y su mensaje. Un mundo y un mensaje que podrían ser definido como pesimista por naturaleza, determinista por convicción y blasfemo por pose.

Pesimismo que expuso Polanski con fascinante precisión y con un nudismo inquietante (fue dedicada a su esposa asesinada) en Tess, la subordinación de las causas humanas al antojo divino mediante la suerte y/o el azar (eso y no otra cosa es el determinismo) que destrozaban las expectativas de la protagonista en la magnífica Lejos del mundanal ruido del finiquitado (cinematográficamente hablando) Schlesinger y el espíritu blasfemo con la que el director de El perdón ya se acercaba a Hardy en la irregular pero interesante Jude.

Todo esto cohabita en este admirable western nevado, alboreo y pasional, burdelesco y alcohólico, redentor y bello, que huye con fortuna tanto de lo maníqueo como de lo trillado con una grácil mezcolanza genérica. Un hombre que lo domina todo hasta que aparece de forma corpórea su sentimiento de culpa. Entonces él busca el perdón del título para expiar un pecado que le hacía comportarse como se comportaba. Luego todo va bien pero un ratito porque todo pecado conlleva una penitencia y Dios no es piadoso para Hardy ni para nadie. Y como diría Mayra Gómez Kemp hasta aquí que puedo leer.

Un western donde los disparos se pueden contar con 3 dedos y fuera hace mucho frío. Y dentro mucho calor. Donde se canta en portugués y todos los personajes tienen caracteres europeos. Los dos protagonistas masculinos son británicos (irlandés el soberbio Mullan y escocés el prometedor Wes Bentley, el de la bolsa y el vídeo en American Beauty). La cándida femme fatale enamoradiza a la que da cuerpo (¡y que cuerpo!) Milla Jovovich es lusitana y funda Lisboa en pleno corazón del oeste americano. Una de las prostitutas es francesa.

Un western europeo, sin spaghetti ni chorizo delante, de vocación europeísta, si entendemos por europeísta la búsqueda de una densidad que a veces se confunde con la profusión simbólica y con la afectación relamida de la que Winterbottom ha hecho gala en alguna que otra ocasión. Algunas veces acierta en su preciosismo como en la imagen en la que un caballo en llamas corre despavorido por la nieve adelantando con una gran escena la mejor y más clarificadora del filme. Y entonces todo es perdonable.

La crítica más facilona enseguida tendió lazos con el Altman de Los vividores (falta el sentido del humor y sobra el fatalismo casi mitológico) o con Las puertas del cielo (quizá existan más concomitancias pero El perdón está desprovista de la megalomanía que acabó con esa película y con los estudios United Artists). A mí su falta de maniqueísmo al negarse a entrar en juegos de buenos y malos, difuminado así la línea bíblica que todo lo divide me trae a la cabeza a Sin perdón, incluso a una de las obras maestras de Anthony Mann, Horizontes lejanos donde también en un oeste con nieve un personaje que había sido malo se convierte en bueno y uno que era malo intenta convertirse en bueno. Pero fracasa.

   

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