Por
Alejandro del Pino
La
pasión fatal pero irrefrenable que sienten dos almas
gemelas separadas por profundas brechas familiares, sociales,
económicas e ideológicas es uno de los temas
universales de la creación artística, como bien
demuestra la perenne actualidad y sorprendente adaptabilidad
del clásico de Williams Shakespeare, Romeo y Julieta.
Desde un punto de vista cinematográfico, el ambiente
desolado y opresivo de la posguerra española parece
un escenario perfecto para ubicar historias de pasiones imposibles
con protagonistas que intentan huir de la penuria vital en
la que se sienten atrapados a través de una aventura
amorosa tan intensa como devastadora.
Dirigida
por Gerardo Vera a partir de un guión de Ángeles
Caso, Deseo narra el arrebatador romance que une fatalmente
a Elvira (Leonor Watling), una joven humilde hija de un médico
republicano asesinado durante la Guerra Civil, con Pablo (Leonardo
Sbaraglia), un atractivo y adinerado agente nazi de origen
argentino. Todo ello en el escenario triste e insólitamente
hermoso del Madrid de la posguerra, donde el miedo y la resignación
no logran enterrar la dignidad de los derrotados ni sus frágiles
aspiraciones a una vida algo más bella. A modo de telón
de fondo argumental, la sexta película de Gerardo Vera
se adentra también en un episodio oscuro de la historia
reciente de España: la denominada Operación
Araña, una trama propiciada por el gobierno del
general Franco que permitió la huida a Argentina de
criminales de guerra nazis.
Con
una deliciosa fotografía firmada por Javier Aguirresarobe
y un reparto repleto de primeras figuras españolas
y argentinas (Leonor Watling, Leonardo Sbaraglia, Cecilia
Roth, Emilio Gutiérrez Caba, Ernesto Alterio, Rosa
María Sarda...) Deseo puede describirse como
un elegante film romántico rodado con buena voluntad
y mucho oficio, en el que se ha cuidado con esmero la puesta
en escena y todos los detalles de la recreación histórica.
Durante la primera mitad de la película, Gerardo Vera
logra mantener con buen pulso narrativo el ritmo del relato
y evita excesos dramáticos, mostrando la arrebatadora
pasión que surge entre los dos personajes protagonistas
con cálidos y sugerentes gestos expresivos, miradas
esquivas y silencios elocuentes.
Pero
la contención dramática en una historia de pasiones
arrolladoras tiene el peligro de convertir un poderoso punto
de partida en un desarrollo narrativo inverosímil (o
peor aún, simplemente insípido) cuando no existe
un impulso emotivo o una textura poética que mantenga
la tensión, y por tanto, el interés. Y eso es
lo que termina ocurriendo con Deseo, cuya pretendida
frialdad no se compensa con una honda indagación en
la atormentada aventura amorosa que viven los dos protagonistas,
ni con un acercamiento complejo a la situación (histórica
y social) que contextualiza, explica y justifica la evolución
de la trama pasional.
El director de Segunda Piel muestra a su vez escasa
sutileza en la resolución de muchas escenas (el momento
en el que Elvira y Pablo se conocen roza la parodia inconsciente),
así como en la construcción de los personajes
secundarios, excesivamente estereotipados y vacíos
(en especial Alina, la agente nazi con aires de mujer fatal
que encarna Cecilia Roth). Además Gerardo Vera da al
final de la cinta un absurdo giro que neutraliza la potencialidad
turbadora de la película, al incluir una especie de
moraleja fatalista que subraya innecesariamente el posicionamiento
ideológico de los dos protagonistas y les otorga un
halo de trágicos héroes románticos demasiado
forzado.
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