Por
Silvia Ruano Ruiz
Continúa la moda de las adaptaciones cinematográficas
de cómics de la factoría Marvel. Si las últimas fueron las de
X-Men (Brian Singer) y Spiderman (Sam Raimi),
le llega el turno ahora a Daredevil (conocido aquí como
Dan Defensor), un superhéroe creado en la década de los 60 por
Stan Lee, que sin llegar a convertirse nunca en un personaje
de la talla de otros de la editorial ni en un éxito de ventas
tan considerable, conoció sus mayores épocas de esplendor de
manos de los dibujantes Bill Everett en su primera etapa, y
Frank Miller posteriormente.
El
héroe que nos ocupa, sin embargo, presenta algunos rasgos diferenciales:
hijo de un boxeador en horas bajas que le insta a aplicarse
en sus estudios, criado en la Cocina del Infierno, y maltratado
por los chicos del barrio, queda ciego a los 12 años a causa
de un accidente con un barril de productos tóxicos, adquiriendo
una sobrehumana agudización de sus cuatro sentidos restantes
y un radar interno. Tras la muerte de su padre, asesinado por
negarse a perder un combate, y ya adulto, llevará una existencia
desdoblada ejerciendo como abogado durante el día y erigiéndose
en protector de los débiles y perseguidor de criminales absueltos
por la ley.
Este planteamiento, con ciertos atractivos a
priori, se ve anulado por la incapacidad del director para
dotar de interés y personalidad una película insulsa y previsible
hasta el aburrimiento, que sólo provoca en el sufrido espectador
impaciencia (pero por que se acabe), insistentes bostezos y
miradas al reloj (dura apenas 96 minutos y se hace larga), con
un guión vacuo y banal repleto de personajes de cartón piedra,
planos y estereotipados de buenos buenísimos y malos malísimos
(Ben Afleck haciendo gala de su inexpresividad habitual -este
actor va camino de convertirse en el Victor Mature de nuestros
días-, Jennifer Garner como la chica bombón novia-del-protagonista,
Colin Farrel en un irritante papel convertido en caricatura,
y Michael Clarke Duncan poco creíble como villano de la función).
Si
a todo ello sumamos la sonrojante cursilería de la historia
de amor (la expresión le viene grande) con una pelea en el primer
encuentro entre Matt Murdock y Elektra que provoca vergüenza
ajena, las exageradas coreografías de las luchas de Daredevil
y Bullseye, y la machacona música de la banda sonora subrayando
los momentos supuestamente dramáticos del film, que intenta
paliar lo que las imágenes de Mark Steven Johnson, en su ineficacia,
no logran transmitir por sí mismas, y que pese a todo inspiran
sólo indiferencia, el resultado es una indigesta combinación
sólo apta para un público poco exigente o acérrimo del género,
que, provisto de palomitas, verá colmada, eso sí, su afición
por los efectos especiales y el espectáculo con minúscula.
Y es que la impresión que crea es la de un
desangelado pastiche con más de lo mismo que parece haber surgido
de un proyecto poco mimado por sus impulsores, llevado a cabo
con desgana o concebido como una cinta de serie B diríase que
acomplejada de serlo. En cualquier caso, se trata de un producto
diseñado en exclusiva para ser rentable, de rápido consumo e
inmediato olvido. En fin, ustedes deciden, pero yo, personalmente,
conozco dos o tres maneras mejores de perder el tiempo.
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