Por
Javier Pulido Samper
De contar con el boca a boca que catapultó a
producciones modestas como Cosas que nunca te dije o
El hijo de la novia, Cosas que diría con sólo
mirarla podría convertirse en la grata sorpresa de ese cine
independiente que cada vez lo es menos. Como las películas citadas,
se trata de una cinta que compensa su bajo presupuesto con un
extraordinario mimo a la hora de filmar y trasladar su bellísimo
guión a imágenes cinematográficas. Cuenta además con ese don
que permite tocar el alma de los espectadores sin más armas
que el gusto por las cosa bien hechas.
La
ópera prima del hijo de Gabriel García Márquez, Rodrigo García,
que hasta ahora nunca se había puesto tras las cámaras salvo
para el rodaje de cortos, utiliza en parte los mecanismos que
ya empleara Robert Altman en Vidas cruzadas, y que se
pueden rastrear en algunas de las canciones de Tom Waits o en
los relatos cortos de Raymond Carver, esto es, pequeñas historias
en las que aparentemente nada ocurre en la superficie, pero
cuyos protagonistas llevan consigo el germen de la tragedia,
personajes a la deriva tan humanos que pretenden (sin conseguirlo)
hacer menos visible su fragilidad.
No es la única aproximación a la literatura del
filme. Aparte de presentar cada una de las cinco historias que
componen la película como pequeñas narraciones abiertas, García
recupera las tendencias de las últimas décadas de determinada
narrativa americana, buscando un estilo austero, lacónico, casi
minimalista, evitando así el empleo de recursos superfluos que
logran que la película caiga en el exceso de miel o en su reverso,
la frialdad gratuita. El debutante realizador consigue de manera
admirable plasmar retratos de mujeres enfrentadas a una verdad
inesperada que ya no las dejará ser las mismas nunca más, retratos
de mujeres enfrentadas a su soledad y enfrascadas en ella que
se deshacen por dentro. Frente a ellas, el hombre aparece en
la producción como un ser esencialmente inválido, ya sea como
consecuencia de una tara física o por su incapacidad para el
compromiso o la fidelidad. Hombres, en definitiva, incapaces
de consolar la tristeza infinita de las protagonistas.
Una maestra que se siente atraída por su nuevo
vecino enano, una ejecutiva agresiva que se rompe por la falta
de afecto y la soledad, los últimos estertores de una relación
entre mujeres sentenciada por una enfermedad terminal son sólo
algunos de los ejemplos que García con mano firme, siempre efectiva,
consigue engarzar en un todo unitario y delicado que respira
a pleno pulmón porque sus partes también son capaces de funcionar
con entidad propia.
A fin de cuentas, Rodrigo García rueda una historia
sobre mujeres, y es precisamente en ellas donde encuentra sus
cómplices perfectos para llevar a cabo sus planteamientos. Todas
y cada una de las actrices que aparecen en Cosas que diría
con solo mirarla hacen un titánico esfuerzo de contención
interpretativa absolutamente admirable. Desde la amargura inconsolable
de Glenn Close a la frialdad lacerante de Cameron Díaz, del
llanto desesperado de Calista Flockhart a la mirada tierna y
perdida de Valeria Golino, de la soledad de Amy Brenneman a
la búsqueda de nuevos alicientes de Kathy Baker, saben contagiar
al espectador solo con la fuerza de sus miradas de la belleza
formal que se desprende de cada uno de los fotogramas de este
debut fulgurante. A fin de cuentas, algo verdaderamente doloroso
si se tiene en cuenta la injusta suerte comercial de la cinta
en Estados Unidos. Vivir para ver….y mirar para intentar sentir.
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