Por
Manuel Ortega
Obviamente nadie puede esperarse una película
inteligente, una interpretación shakesperiana de Arnold Schwarzenegger,
ni una lección de democracia cuando se acerca a este modesto
film. Se espera una película entretenida, bien llevada, de una
narración lineal pero consistente, de un mensaje claro aunque
de intereses abstrusos. Lo malo si se cumple, lo bueno solamente
a ratos.
Los
daños colaterales no son, como bien ya supondrán, los que sufren
tercermundistas y subdesarrollados vecinos del infierno, de
los demonios o de los apestados( táchese lo que no proceda)
de turno, sino los que sufre un bombero (el nuevo gran héroe
americano) al perder en atentado terrorista a su mujer y a su
hijo, a los que él intenta salvar en un alarde de individualismo
que ni la mismísima Ayn Rand se atrevería a postular en sus
novelas. Como un Orestes enloquecido encuentra su Argos en una
Colombia caótica y peligrosa que supo reflejar mejor y sin caer
en párvulos maniqueísmos Barbet Schroeder en la estimable La
virgen de los sicarios. Aquí es la democracia contra la anarquía
hecho cuerpo en el héroe noble, cuando realmente es el fascismo
contra el fascismo hecho arma / alma en el prototipo de justiciero
fascista. A otros monos con estos cacahuetes.
Andrew Davis se limita a poner el oficio que
hizo posible contemplar sin caer en la embolia, dos filmes de
Chuck Norris (Código de silencio) y Steven Seagal (Alerta
máxima). Arnold por su parte aporta su presencia, cada vez
más depauperada, y su carisma, en total recesión, al servicio
de un papel de bombero torero que se dedica a sembrar hogueras
en pos de lo ignífugo. Y así le sale una peli ignífuga, sin
llamas, donde nada llama ni nada quema, ni nada queda. Y nada
o poco queda del actor que nos hizo gozar con Terminator,
Desafío total o la auto paródica El último gran héroe.
Sus últimos intentos, sin llegar al status alcanzado ya por
Stallone, se han encontrado con la espalda del público y con
la tibieza de una crítica ya avisada, avezada y curada de espantos
(Arnold nos ha ofrecido unos cuantos).
Denostado y desnortado como este melifluo entretenimiento
de que tal solo se salvan sin salvar el filme (es contraproducente
que salgan tan poco) secundarios de la talla de John Turturro,
Elias Koteas o John Leguizamo. Secundarios porque aquí se pliegan
al "talento" del forzudo austriaco pues ya han demostrado su
categoría como principales. Pienso en Quiz Show, Crash
o Summer of Sam y los añoro. También se puede destacar
el adrenalínico comienzo con las explosiones del atentado y
un final donde nuestro héroe, y que nadie se lleve a engaño,
no descubro nada, sabe torear a la perfección a los suyos, a
los otros y a los de más allá de manera harto espectacular.
Davis demuestra que es una narrador estimable que siempre dará
una cierta corrección formal que por supuesto no exime a tan
oportunista (aunque estuviera rodado antes de) e inoportuno
producto de la mediocridad de un guión impresentable y de una
estrella que se apaga a marchas forzadas.
Daño colateral no hubiera pasado a la
historia si no fuera por los atentados del 11 de septiembre.
A pesar de los atentados del 11 de diciembre os aseguro que
tampoco pasará.
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