Por
Manuel Ortega
Muchos se muestran sorprendidos ante la última
película de los hermanos Farrelly (Peter y Bobby, no sé si serán
más) por lo que se entiende una bajada de pantalones, una renuncia
a sus inválidos valores morales y sus anodinos meritos meramente
cinematográficos, un escorzo hacia el ala Disney de los sentimientos,
al lugar común de la comedia rosácea donde la belleza interior
se exterioriza hasta conseguir la densidad de un algodón de
azúcar.
Los
que así opinan demuestran un total desconocimiento de la trayectoria
de estos dos oasis en la comedia norteamericana, eso sí dos
oasis de aguas pestilentes y cocos podridos. Ni antes eran tan
duros ni ahora son tan blandos. Simplemente son diferentes a
lo que hay ahora en este género, porque sus miras están en la
comedia de corte clásico, la del slapstick y la de la
réplica instantánea, la de los actores con carisma y los secundarios
protagonistas. Y de todo esto hay un poco en Amor ciego,
una especie de Los bestias y la bella aderezada con picantes
intentos autoriales que esta vez no casan mucho con la historia
contada (el hombre con cola, el secundario de espina bífida...)
y con caídas controladas, puenting emocional, en el melodrama
y en el drama.
También demuestran desconocimiento de los dos
encausados (normalmente se les aplica juicios sumarísimos) los
que los tachan de descerebrados y comparan su humor con la lamentable
serie de animación "South Park" que cambia la humanidad
de los Farrelly por la animalidad en sus postulados, donde tras
una aparente capa de nihilismo contumaz y combativo se esconde
la estandarización comercial de su ropaje falsamente provocativo.
Amor ciego edifica su discurso en un humanismo, si se
quiere pueril, si se quiere superficial, pero que al menos intenta
llegar más hondo. Aunque tenga la profundidad de un charco.
Criticando a la superficie de ese charco, of course.
Pero al menos trata de ser el negativo de todo
lo negativo de la comedia romántica americana, de la maravillosas
relaciones Meg Ryan-Tom Hanks, o de cualquier subproducto protagonizados
por Sandra Bullock, Ben Affleck o Jennifer Lopez. Fábulas de
dudoso gusto pero que gustan mucho. Aunque para la crítica y
el público el mal gusto sólo reside en la escatología y la palabra
malsonante o a destiempo, nunca en la mentira, el engaño y el
encefalograma plano. Pero los descerebrados son los Farrelly
porque a veces meten a personajes de los prohibidos, margínales,
apartados, apestados (buena oportunidad para pedirles que alquilen
en vídeo Nacional 7 de Sinapi), ya que lo que hay que
hacer es preocuparse por personajes para los que valores significa
sólo valores del estado, propuestas contaminadora del alma.
Pero esas nos son peligrosas, las peligrosas son las de los
Farrelly por...
También se equivocan cuando ven un giro hacia
la amargura de unos seres inadaptados porque no les dejan que
se adapten. Vaya par de idiotas trataba la aflicción
de dos fracasados que perdían su última oportunidad. Cierto
es que luego se siguió por el camino de los tontos más que en
el de los idiotas (el de Dos tontos muy tontos me refiero)
y sus siguientes obras dibujaron una trayectoria peligrosamente
descendente. Trayectoria que cambia con esta estimable Amor
ciego.
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