Por Juan
Antonio Bermúdez
La Revolución de los Claveles contra
la dictadura portuguesa en abril de 1974 es uno de los episodios
más dignos protagonizados por una multitud -el "pueblo", ese término
tan violado- a lo largo de toda la historia de la humanidad. Por
cómo se originó, a partir de la acción de unos militares que decidieron
invertir la disciplina, pensar por una vez y por una vez ponerse
de parte de la gente desarmada, frente al poder de la fuerza.
Y sobre todo por cómo ha quedado resumida en el imaginario colectivo:
flores en los cañones, vida en la muerte.
Por
eso y por la poca atención que le ha prestado hasta ahora el cine
a esta historia tan memorable, merece la pena asistir a la reconstrucción
que de ella hace en su primer largometraje como directora Maria
de Medeiros. Aunque Capitanes de abril presente la tosquedad
y los yerros propios de un debut: arritmias, situaciones forzadas
y trucos de guión demasiado evidentes, incapacidad para recortar
un metraje estirado y al mismo tiempo elipsis excesivas que dan
por sobreentendidas lagunas argumentales.
De Medeiros, que es también coautora
del guión junto con Eve Deboise, llevaba una década cavilando
en este proyecto, sobre un suceso al que ella asistió con la mirada
desbordada de sus nueve años. Y para materializarlo ha elegido
un género mixto entre lo bélico y lo romántico, con la intención
de combinar el carácter colectivo de esta epopeya con las anécdotas
íntimas de sus protagonistas principales: los capitanes Maia y
Manuel, y Antònia, joven periodista y profesora casada con el
segundo e interpretada por la propia María de Medeiros.
El origen variopinto del reparto
responde a la naturaleza de coproducción del filme, financiado
por Francia, Italia, España y Portugal. La contribución hispana
corre por cuenta de Manuel Manquiña y de un Fele Martínez bastante
inexpresivo y frío, en su papel del racional Lobâo. Tal vez la
interpretación más destacada sea la del italiano Stefano Accorsi
en el papel del héroe Salgueiro Maia.
En la banda musical, responsabilidad
de Victorino d'Almeida, destaca el histórico "Grándola, Vila Morena",
tema clandestino de Zeca Afonso que sirvió de emocionante contraseña
desde su emisión en Radio Renascença para comenzar la sublevación
revolucionaria en los cuarteles. "O povo é quem mais ordena" dice
en sus primeros versos ese emocionante himno libertario. Lástima
que eso se siga torciendo y olvidando tan a menudo.
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