Por
Juan Antonio Bermúdez
Valiente y violento, el quinto largometraje
de Enrique Urbizu logra ese complicado ejercicio que consiste
en manejar esquemas rellenándolos con verdades inéditas, la
compleja faena de ajustarse a los cánones de un género tan timbrado
como el thriller consiguiendo al mismo tiempo dejar huellas
de estilo.
Su
valentía arraiga en la anécdota argumental, la desarticulación
de una de las formas más perversas de terrorismo que padecen
las sociedades contemporáneas: la especulación inmobiliaria,
tan fértil para el cruce homicida de las mafias locales e internacionales.
Pero el mérito y el valor de la película crecen en la concreción
verista de sus agentes, en la más que reconocible identidad
de los sujetos y los escenarios de su denuncia, señalados sin
temblor: la policía, los alcaldes-empresarios, la Costa del
Sol, el Campo de Gibraltar... Es ahí donde el reverso de ese
axioma tan manido toma fuerza: cualquier parecido con la realidad
no es pura coincidencia. Y es ahí donde el thriller se
enriquece con su honesto trasfondo de tragedia realista.
Su violencia sirve, moviliza; no está, como ocurre
en buena parte del cine contemporáneo, sometida y anulada por
su espectacularidad. La caja 507 muestra a los violentos
y a sus víctimas, no esconde los modos de la violencia ni sus
secuelas terroríficas, pero tampoco se explaya ni se detiene
en su morboso desarrollo. Le basta un plano muy abierto de un
incendio o una figura descoyuntada y estática para conmocionarnos.
El director, el montador, los coguionistas demuestran entonces
la sutileza de su oficio.
Sobre el guión complejo y milimétrico de La
caja 507, los actores se agrandan: Antonio Resines (que
siempre está mejor mientras más calla) alcanza de nuevo la gloria
que sólo tuvo en la amarga distancia de su actuación en La
buena estrella (Ricardo Franco, 1996). Y José Coronado pone
cara de malo y sorprende, aunque su personaje es demasiado plano,
demasiado esquemático, uno de los pocos puntos flacos de esta
película de Enrique Urbizu. Pero son los que están detrás, la
larga lista de eficaces secundarios, los que resuelven el cubo
de Rubick que se esconde dentro de esta caja 507.
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