Por
Juan Antonio Bermúdez
¿Están locos por las armas o simplemente están
locos? Esa es la pregunta, absolutamente oportuna, en medio
del nuevo episodio de barbarie que asola Iraq. Michael Moore
busca la respuesta en Bowling for Columbine, algo más
que un documental comprometido que ha ganado el Oscar este año
en esa categoría: un imprescindible desenmascaramiento.
La
estadística apabulla: en EE.UU. hay 11.000 muertes por armas
de fuego al año. ¿Porqué? Pues Moore no lo tiene claro. Pero
su cámara, su modestísimo equipo, va al encuentro de los focos
de responsabilidad y le basta con provocarlos un poco para que
salga a la luz toda su podrida y malvada estupidez. Sigue este
situacionista de Michigan un procedimiento demoledor en su llaneza:
dialogar, dejar hablar, dejar mostrarse, para que la sinrazón
termine poniéndose en evidencia por sí misma.
Así hace con un banco que ofrece un rifle por
abrir una cuenta corriente, con un fabricante de misiles (armas
de destrucción masiva), con los ridículos miembros de una secta
paramilitar o con el presidente de ese otro clan fundamentalista
que es la Asociación Nacional del Rifle, Charlton Heston, que
(en la que es posiblemente la actuación estelar de su carrera,
improvisada e involuntaria) a lo largo de una entrevista va
consumiendo su mito en la grotesca personificación de un espantapájaros
mental.
Pero Moore es muy consciente de que el origen
del problema no debe buscarse solo en el perfil patológico de
un puñado de individuos extravagantes ni en las facturas de
negociantes sin escrúpulos. La violencia por armas de fuego
es una metástasis social engendrada en la exclusión y en los
prejuicios hacia "el otro". De esa forma, Bowling for Columbine
indaga en causantes más indirectos: programas sociales del
estado que contribuyen a disgregar a las familias con el chantaje
de un salario miserable o subproductos televisivos como "Cops"
que banalizan y espectacularizan la violencia.
Se humaniza la cámara en el acercamiento a los
chicos de Columbine y crece la emoción en la última parte de
la película, concebida casi con un registro narrativo. Y Bowling
for Columbine termina siendo mucho más que un excelente
reportaje sobre las muertes por armas de fuego: un fresco inteligente
y descarado sobre esa sociedad que en unas elecciones ficticias
ha otorgado el poder a un presidente ficticio que nos ha embarcado
en una guerra ficticia. Pero con víctimas muy reales, por desgracia.
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