Por
Manuel Ortega
A Blade lo llaman sus enemigos para que les
haga un trabajito aparentemente contraproducente para con su
propia misión en el mundo: unos vampiros innovadores, endogámicos
y llamémosles "vampirófagos" están intentando acabar con el
régimen de los vampiros de noble estirpe, aristocráticos, sanguinarios
de pura sangre, nacidos ya cainitas (según El Libro de Nod
Caín fue el primer vampiro conocido), sin que intermediara
mordisco ni transformación alguna a lo largo de su no vida.
A Guillermo del Toro lo llaman sus enemigos (el cine comercial
y previsible) para que componga un filme clásico de aventuras
y terror para plantarle cara a cierta mixtura endogámica, vampírica
y aparentemente innovadora que está de moda en la acción
contemporánea. Como Blade en la película, Guillermo del Toro
también utiliza las armas que ponen a su cargo para hacer lo
que él piensa que está mejor para superar a la gris primera
parte.
Yo
no leo tebeos, por lo que la mitología Marvel en general, y
este personaje en particular, me pilla un poco lejos, quizá
por eso no tengo ningún pudor en confesar que la primera parte
de Blade me pareció perniciosamente patética y eminentemente
prescindible, torpe incluso a la hora de (re)construir un personaje
atractivo interpretado por un siempre eficiente Wesley Snipes
que endosa un nombre más en la negra lista de mitos poco fantásticos
de cine fantástico de finales de los 90s. Exceptuando la sensacional
Vampiros del maestro Carpenter y los personajes más literarios
que cinematográficos de Anne Rice, a la sección de hijos de
la noche sólo se le han unido medianías que nada aportan dado
su escaso calibre, su nula personalidad y su lógica y nimia
repercusión/permanencia en el inconsciente social. Blade sí
logró esa repercusión pero exclusivamente en taquilla, lo que
hace comprensible esta secuela que supera de largo lo ofrecido
por el original. ¿Razones? Unas cuantas. Veamos a ver:
1-El planteamiento: Pensado visualmente como
un videojuego, sus "set pieces" se convierten en trabajadas
fases (niveles) donde los efectos especiales y una acertadísima
y posmoderna (impagable la discoteca) dirección artística nos
introduce en un submundo irreal pero reconocible y cercano.
Del Toro se permite un guiño en la magnífica composición de
las alcantarillas que recuerda indefectiblemente a su anterior
producción norteamericana, la divertida y cinéfilamente demodé
Mimic. Todo viaje es La Odisea y Blade 2 no
iba a ser menos.
2-Inteligencia: Del Toro nunca acaba de tomarse
demasiado en serio la shakesperiana historia familiar de traiciones
y dimes y diretes de la familia real vampira. El héroe descreído
tampoco. Se limita a hacer su trabajo y a conocer lo que va
a pasar siempre unos segundos antes. Las peleas, la "matrixación",
el "tigreendragonamiento" de las batallas reflejan muy bien
que el orondo mexicano sabe muy bien que hasta el público aparentemente
más globalizado, sabe distinguir perfectamente donde hay materia
gris y donde solamente hay variopintas vísceras. Donde se escuchan
voces y donde solo se oyen ecos
3-Sentido del humor: Como si de Bruce Willis
se tratara, Blade siempre tiene la replica perfecta y cortante
que tan bien le vienen a este tipo de producto. Desconozco si
en el comic su nada verborreica forma de replicar ya existía,
pero aquí la precisión y la sátira quita hierro a lo serio del
propósito del que vio el sol. ¿Lo adivinan? Salvar el mundo,
of course.
4-Dirección: Nueve años después de que nos sorprendiera
con una opera prima que curiosamente también trataba sobre vampiros,
la nunca bien ponderada Cronos, Del Toro ha realizado
otras tres películas donde en todas queda clara su impronta,
una rara habilidad para llevar sus propias inquietudes a tiempos,
lugares y espacios que a priori nada tienen que ver entre sí.
Ya sea un orfanato de posguerra en España, unas alcantarillas
norteamericanas o un México mágico e intemporal, en todas Del
Toro demuestra una pulsión cinéfila, una contundencia narrativa
y una imaginación inagotable que esperan hallar un mejor empeño,
una película que supere a su fascinante ópera prima.
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