Ficha técnica

 

Al ataque!

Metacine, humor y compromiso

Por Juan Antonio Bermúdez

No, no se trata de la última pedorreta fílmica de Chiquito. Aunque coincide con una de las contraseñas más famosas del pecador de la Calzada, este título esconde algo muy distinto, una aguda y muy digna comedia social del realizador francés Robert Guédiguian (Marsella, 1953), conocido en España sobre todo a partir del éxito de Marius y Jeannette (1997).

Película a película (y ya lleva diez), Guédiguian se va abriendo paso en la ilustre y selecta historia del cine galo, casi siempre mucho más propensa a prestigiar la gravedad que a fiarse del humor. Su fórmula es sencilla: está en la línea militante que en los últimos tiempos han aireado directores británicos como Ken Loach o Mark Herman, pero suma una tradición amable de cierto cine francés "de provincias", en historias protagonizadas por hijos o nietos de aquel Monsieur Hulot, para las que este director marsellés y marxista confía desde hace años en los mismos actores, encabezados por su compañera Ariane Ascaride.

Leal asimismo a sus orígenes, Guédiguian recurre al barrio obrero de L'Estaque, en Marsella, microcosmos mestizo en el que sobreviven como pueden los eternos perdedores de la historia, con problemas y alegrías equivalentes a los de los vecinos de cualquier distrito periférico de una gran ciudad, escenario real de una lucha de clases sin héroes, callada y cotidiana que se revela por episodios en cada una de sus películas.

¡Al ataque! es de ese modo una fábula moral (al estilo de los cuentos morales de Eric Rohmer, pero con una lectura ideológica más directa) y así se nos presenta desde el principio en su doble argumento que avanzará en paralelo: dos guionistas discuten sobre un próximo proyecto de película de contenido social y en su conversación van perfilando las peripecias de los trabajadores de un garaje en L'Estaque, amenazados por las deudas y los efectos locales de la globalización.

Ese juego metalingüístico, tan del gusto de autores como Woody Allen o Nanni Moretti, salva a la historia de cualquier simplismo maniqueísta, puesto que la discusión irá planteando y resolviendo los problemas propios de cualquier proceso creativo que tiene además una intención política. Pero, pese a sus dudas y a su distancia, Xavier e Yvan, los dos guionistas y sus dobles reales, Robert Guédiguian y Jean-Louis Milesi, toman claramente partido y nos invitan al ataque.

   

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