Por Manuel
Ortega
Sabemos que en los noventa se
establecieron dos puntos de inflexión en la fisionomía y en la
filosofía del thriller moderno. Sabemos que me estoy refiriendo
a El silencio de los corderos y Seven. Sabemos que
ambas eran películas, que a pesar de cierta falta de consistencia
en guiones que se pretendían perfecto, tenían un acabado bastante
estimable. Sabemos también que El coleccionista de amantes
fue una burda operación de mestizaje indigna (o digna , según
el matiz que le demos) de pasar a la historia. Pues ahora nos
llega la continuación de las perquisas de Alex Cross (Morgan Freeman)
un personaje que creíamos ya muerto para el desarrollo y avance
del cine como creemos que está Papá Piquillo o uno que moría al
principio de Blade, por poner dos ejemplos significativos.
Esta
continuación, que por lo visto ha sido una acertada apuesta comercial
por los resultados obtenidos en EEUU, nos ofrece un poco más de
lo mismo, pero intentando rizar el rizo de lo que nos ofrecía
la primera. Recordemos el duelo de psycho killers (aquí
se supera, pero no destriparé el porqué) o la utilización de la
informática e Internet para hacer avanzar la trama. Pero el mayor
error de la primera entrega es el que condena a La hora de
la araña, la inverosimilitud y las desopilantes trampas que
llegan a molestar a la inteligencia del homo sapiens medio.
Sin llegar a superar el risible
harén subterraneo de la primera, aquí se nos monta una trama de
desequilibrado que ayuda sin saberlo a unos demasiados equilibrados,
qué no se sabe cómo saben como el desequilibrado encuentra el
equilibrio en sus desequilibrantes planes. Ya sé que no se han
enterado de nada, pero es que no puedo explicarlo mejor. Algún
día alguien tendrán que explicarle a unos cuantos que el cine
de íntriga es diferente a la comedia y que no se puede utilizar
el azar (pieza fundamental para esta última) para catalizar una
historia, que se ha de cimentar en una construcción sólida y sin
cabos que amarrar. Vease por ejemplo, lo que le paso a Gómez Pereira
en la fallida Entre las piernas.
La hora de la araña comienza
muy bien, con unos títulos de crédito magníficos donde se no explica
perfectamente como Alex Cross pierde a su compañera y lo que esto
significa en el resto del filme. Y la primera hora sigue esta
linea, nos ofrece lo que queríamos ver y con una alta calidad
en las interpretaciones (destacar el trabajo del soberbio de Dylan
Baker, el psicólogo pederasta de Happiness) y en el acabado
técnico. Los secundarios están espléndidos, la historia nos interesa,
la trama está llevada de forma inteligente....hasta que comienzan
las sorpresas, y empiezan los giros argumentales y se nos hacen
trampas y ya nada ha de justificarse, todo vale, el más díficil
todavía. Lee Tamahori tampoco puede salvar los muebles en esta
ocasión. Habrá que seguir esperando.
|