Por José
Antonio Díaz
Tradicionalmente demandadas por
el público más numeroso, las películas de estudiantes de instituto
y sus angustias de andar por casa suelen proliferar en fechas
veraniegas, pero este verano, como los últimos, han invadido especialmente
la cartelera, hasta el punto de que en la actual se produce hasta
un atisbo de especialización, de surgimiento de un subgénero dentro
del subgénero, puesto que coinciden en nuestros cines dos cintas
que directa o indirectamente tratan de las animadoras, de las
cheerleaders: hace un mes se estrenó Ingenuas y peligrosas
y esta semana lo ha hecho A por todas (Bring It
On).
Esta
última además supone en sí misma una vuelta de tuerca en
la especialización mencionada, puesto que si la anterior estaba
protagonizada por animadoras, la que me ocupa tiene como protagonista
al propio mundo de las animadoras, siendo sus personajes sólo
el cauce a través del cual se cuentan las entretelas de un mundillo
que no se limita a hacer acto de presencia en los tiempos muertos
de los partidos de fútbol americano o baloncesto, sino que en
su institucionalización y consiguiente sofisticación coreográfica
en los Estados Unidos celebra campeonatos propios a todos los
niveles territoriales.
Partiendo de esa premisa, los
responsables de este producto, cuyo director, Peyton Reed, significativamente
proviene del campo de las series de televisión, no engañan a nadie
en ningún momento: antes de los títulos de crédito ya asistimos
al primer número de baile y, efectivamente, de lo que se trata
es de mostrar una serie de números coreográficos propios de cheerleaders
en el entorno en el que más jugo se les puede sacar: en la
alta competición, a cuyo objeto se pone todo lo demás, historia
y personajes incluidos.
Así, se siguen los acontecimientos
que rodean la participación de un equipo de animadoras (y animadores,
que hasta esto ha llegado la corrección política) de un Instituto
de California, vigente campeón nacional de los Estados Unidos,
en su intento por revalidar su titulo, desde las eliminatorias
regionales (estatales) hasta la final nacional, punto culminante
de la película, en competencia sobre todo, y he aquí el único
elemento pasablemente dramático, con el equipo de otro Instituto
del mismo Estado, casi vecino, compuesto mayoritariamente por
estudiantes de raza negra y con problemas económicos para financiar
su participación en las rondas finales.
Y como A por todas no ofrece
ni un gramo menos de los que promete, junto a la previsible endeblez
y trivialidad de las escenas de trámite entre los números coreográficos,
con todos los tópicos habidos y por haber en la relación de unos
cuantos estudiantes estadounidenses en el ambiente de un instituto,
la producción y la segunda unidad se esmeran en ofrecer, con la
habitual sucesión vertiginosa de planos, unas espectaculares coreografías
brillantemente ejecutadas por los miembros de los diferentes equipos
al ritmo de unos temas musicales impecablemente elegidos, a lo
que hay que sumar la belleza, más que anglosajona, escandinava
de la actriz protagonista y capitana del equipo de animadoras
principal, Kirsten Dunst, un acierto en toda regla de la responsable
del casting, al reunir en su físico todos los requisitos que un
espectador extranjero, no digamos de un país latino como España,
asocia con una cheerleader prototípica,
mezcla de frivolidad y sueño erótico inalcanzable.
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