Ficha técnica

 

 


Amen.

La Iglesia y sus cosas

Por Manuel Ortega

Costas-Gavras sigue disparando con bala y continua apuntando a dar. Nada de bromas sino toda la seriedad que confiere el compromiso contra la injusticia, contra el alzheimer histórico o contra la estupidez cotidiana. Sin duda él sabe que aquellos lodos trajeron estas aguas pútridas y sólo potables para cerdos, empresarios y políticos. Esta vez a quién le toca recoger es a la sacrosanta empresa sita en la ciudad del Vaticano que como todo sabíamos colaboró en el holocausto judío y ahora también tiene participaciones en el holocausto palestino.

Pero el griego contestatario y rebelde viene a refrescar la memoria y a hacerlo con una película, si no brillante, sí al menos correcta, enérgica y necesaria. Lejos de moderneces exquisitas formalmente pero de una vaciedad de sentido y de dirección que se nos antoja reprochable, él sigue en sus trece de que el arte cinematográfico es un potente medio de comunicación donde el emisor ha de informar a los receptores antes que masturbarse complacientemente (¿hay otra forma?) en su cara. Y perdón por la escatología, pero tras ver una película como ésta uno sale con ganas de limpiarse un poco por dentro para seguir llevando la cabeza alta por fuera.

Basada en la verdadera historia de uno de los tenientes de las SS encargado del exterminio de "parásitos de todo tipo" que intentó sabotear su propio trabajo cuando descubrió que no sólo las pulgas y los chinchorros iban a ser víctimas de su limpieza. Su lucha para que el santo padre atacara públicamente esas prácticas poco católicas se vio una y otra vez frenada en seco por muros de conveniencias, de cobarde "neutralidad", de intereses económicos y de la identificación de la iglesia con los nazis en la lucha contra un enemigo común y mucho más peligroso para su dictadura (léase los malvados bolcheviques). Sólo será ayudado por un joven jesuita, hijo de un noble italiano muy allegado al vicario de Cristo en la tierra, que protagonizará uno de los grandes gestos de la película al colocarse una estrella judía y entregarse a los nazis a pesar de ser un sacerdote católico. Gavras es un poco así, hace suya cualquier causa, inmiscuyéndose, implicándose, transformándose siempre en el más pobre, en el desheredado, en el que siempre pierde. Él tiene el poder de poder hacer películas y lo aprovecha.

Qué pena que su manera de hacer cine camine más por lo trillado y por lo ya visto que por una voz más particular, que su indudable autoría temática no sea acompañada por una pátina personal en lo referente a lo visual. Su forma de marcar el "tempo" de Amen. (un tren de izquierda a derecha y viceversa) se hace repetitiva, sus presentaciones de personajes son rápidas y demasiado unidimensionales costándonos trabajo comprender las razones de cada cual y la falta de dudas (razonables o no), la dirección de escenas con más de dos actores se hacen mecánicas y forzadas, a veces la trama se estanca saliendo a trompicones.... Lejos de Z y Desaparecido y un poco más aburrida que la denostada pero admirable Mad City, Amen. se convierte en la primera película interesante a la vez que imprescindible en un año que se presume movidito a no ser que devuelvan a Bush Jr al zoológico del que nunca debió de haber salido.

 

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