El
pasado lunes, en su casa de Los Ángeles, James Coburn escuchaba
música relajadamente junto a su esposa. Unas pocas horas
después, su agente, Hillard Elkins, confirmaba la noticia
de su muerte a causa de un ataque cardiaco. "Murió en la
casa, casi sin enterarse. Estaba muy feliz, muy tranquilo. Hemos
perdido a una gran estrella", explicaba. Lo cierto es que,
con el fallecimiento de James Coburn, desaparece uno de los actores
secundarios mas característicos del cine norteamericano,
un intérprete que gozó de momentos de intensa fama,
pero que nunca logró hacerse un hueco entre las primeras
estrellas de Hollywood, siempre a la sombra de actores como Steve
McQueen, James Bronson, Yul Brinner o Sean Connery.
La carrera artística de Coburn comenzó tras
su paso por el ejército norteamericano, cuando decidió
marcharse a Nueva York para estudiar interpretación en
la escuela de Stella Adler. Después llegó la hora
de deambular por algunas obras de presupuesto menor en Broadway
y, sobre todo, en la televisión, donde James Coburn disfrutó
de cierto reconocimiento a mediados de los cincuenta gracias a
sus apariciones en series como "Studio One" o "General Electric
Theatre". Su debut en el cine se produjo en el "western"
Ride Lonesome, compartiendo pantalla con Lee Van Cliff.
A Ride Lonesome, le siguieron Face of a Fugitive y su primera
película de éxito, Los siete magníficos,
adaptación norteamericana de Los siete samurais
de Akira Kurosawa, donde Coburn interpretaba a Britt, un experto
lanzador de cuchillos.
Su gesto adusto, de tipo duro, nunca logró
encasillarle del todo, aunque sí le llevó al segundo
plano de Hollywood desde el comienzo de su carrera. Así,
discretamente, pasó por títulos como El infierno
es para los héroes (1962), Charada (1963) o
Mayor Dundee (1965) o La gran evasión (1963),
donde volvió a coincidir con Steve McQueen y James Bronson
tras Los siete magníficos. Paradojas del destino,
el papel que le dió mayor popularidad llegó de la
mano del género que parecía más alejado de
sus características como actor: la comedia. Su interpretación
del patoso agente Derek Flint, remedo cómico del agente
007, en Flin, agente secreto (1966) tuvo una gran acogida en el
plano comercial, hasta el punto de que propició una secuela,
Con F de Flint (1967).
La década de los setenta le devolvió
de nuevo al batallón de sus secundarios y sus actuaciones
en películas como Diagnóstico: asesinato (1972),
Pat Garrett and Billy the Kid (1973) o El Luchador
(1975) dieron paso a una larga ausencia, causada por la severa
artritis reumatoide que el actor padecía desde principios
de los setenta. Desde entonces, su vida se convirtió en
un rosario de médicos, hasta que a finales de los ochenta,
Coburn experimentó una notable mejoría que le permitió
regresar a las pantallas.
No
fue un regreso fácil y los papeles de Coburn se hicieron
aún más cortos en películas como "Intrépidos
forajidos" (1990), "El Gran Halcón" (1991), "Maverick" (1994),
"Eraser: Eliminador" (1996) o "El profesor chiflado" (1996). Lo
cierto es que apenas podía utilizar la mano izquierda y
muchos realizadores temían darle personajes de peso que
se quedasen a medio hacer por culpa de su precario estado de salud.
El primero en atreverse fue Paul Schrader, que le llamó
para encarnar al sórdido y tiránico padre de Nick
Nolte en Affliction (1997). La apuesta salió bien
y, sin esperarlo a estas alturas de su carrera, Coburn recibió
su primer Oscar como mejor actor secundario.
"He estado haciendo este trabajo durante
más de la mitad de mi vida. Creo que esta vez hice un papel bueno.
Uno hace algunas películas por el dinero, y otras por amor. Esta
película es fruto del amor", explicó Coburn tras recibir
el Oscar. La verdad es que también hay papeles que se hacen
por necesidad y para mantener las ganas de aferrarse a la vida,
por eso, antes de morir James Coburn apareció en filmes
como Proximity o la comedia Aventuras en Alaska.
Aún le quedan dos filmes por estrenar, American Gun
de Alan Jacobs y The Man from Elysean Fields, junto a Mick
Jagger y Andy García.
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