A pesar de la decisión de sus padres, Maurice
Mickelwhite siempre había deseado llamarse Michael. Así
se lo explicó a su agente a mediados de los 50, mientras
hablaba con él por teléfono desde una cabina telefónica
de la londinense Leicester Square. Al alzar la vista, una valla
publicitaria de The Caine Mutiny le reveló el apellido
con el que se haría famoso en todo el mundo unos años
después.
En
todo caso, su camino hacia el éxito fue cualquier cosa
menos sencillo. Hijo de un modesto cargador de pescado de Londres,
desde muy joven supo que no deseaba continuar el camino de su
padre. A los 16 años abandonó la escuela y aceptó
diversos trabajos de cuello azul hasta que, dos años después,
fue llamado a filas y enviado a combatir a Corea.
A su vuelta, siguió desempeñando
trabajos no cualificados mientras estudiaba interpretación
por las tardes y soñaba con ser una estrella del cine.
Pronto comenzó a probar suerte en el mundo del teatro y
en dramas televisivos. Su oportundidad llegó cuando hizo
de sustituto de Peter O'Toole en la obra teatral The Long,
the Short and the Tail. Después de que éste
se cansara del papel, Michael Caine le sustituyó por todo
el Reino Unido.
Su primer papel importante le llegó en Zulu,
una película de aventuras africanas donde interpreta a
un aristocrático lugarteniente británico. Un personaje
muy diferente a los que le proporcinaron fama internacional a
partir de 1965. Ese año encarna por primera vez al espía
Harry Palmer en The Ipcress File, un papel que repetiría
en Funeral en Berlín y El cerebro del billón
de dólares. Un año después, Alfie
le dió la primera de sus tres nominaciones al Oscar
al mejor actor principal, un premio que jamás ha conseguido.
A lo largo de los siguientes años, su trayectoria
se caracterizó por una tremenda irregularidad, por cuanto
que aceptó papeles en películas de dudosa calidad
a cambio de una importante aportación económica.
"Nunca he visto Tiburón 4, la venganza",
explica el actor sobre uno de sus peores trabajos con diferencia,
"aunque sé por referencias que es terrible. Sin embargo,
sí he visto la casa que me construyó, y es magnífica".
Esto no le impidió participar en un buen
número de excelentes filmes, entre los que se pueden destacar
El hombre que pudo reinar, Sleuth, California
suite, Get Carter, Educando a Rita o Hannah y sus hermanas,
película que le proporcionó su primer Oscar al mejor
actor de reparto. A finales de los 80 su carrera comenzó
a languidecer entre títulos más bien mediocres.
Sin embargo, un solo papel, el del doctor Wilbur
Larch en Las normas de la casa de la sidra, le reconcilió
hace dos años con Hollywood, que premió su comprometida
interpretación con su segundo Oscar al mejor actor de rerparto.
Desde entonces le llueven las ofertas y ha protagonizado casi
nueve películas en dos años, con desigual fortuna.
Una de ellas, Shiner, se acaba de estrenar en cines de
toda España.
|