Pocas
veces se recorre dos veces el camino hacia la cumbre, se repite
un itinerario por el que ya se pasó o se fatigan de nuevo
los enredados y oscuros callejones que conducen al éxito.
Los que prueban lo más alto no regresan de buen grado a
las plazas de segundo orden ni a los desdenes de un nuevo reto.
Sin embargo, la historia de Antonio Banderas repite con calidad
fotográfica dos momentos clave, dos salidas imprescindibles.
La primera se produjo en 1980 cuando el actor tenía 19
años. En aquel momento, cuando abandonó su casa
para marcharse a Madrid con las consabidas 15.000 pesetas en el
bolsillo, eligió destino, una vida que entonces sólo
podía entrever de forma turbia, como en sueños.
Habría sido mucho más sencillo que aquel chico del
pueblo costero de Benalmádena se hubiese convertido en
futbolista, pero una desafortunada lesión le convenció
de que lo suyo era actuar.
Sin embargo, cuando llegó a Madrid tuvo
que hacer muchas otras cosas. Se ganó la vida durante algo
más de un año como acomodador y camarero en bares
de la capital. Sin embargo, la suerte comienza a sonreirle cuando
conoce a Pedro Almodóvar. El director manchego fue el artífice
del éxito de Banderas en sus inicios. En aquellos años
ambos rodaron tres películas que asentarían la fama
del actor malagueño en nuestro cine: Laberinto de Pasiones,
Matador y La ley del deseo. Pero Banderas no era
un producto exclusivo de Almodóvar. Ya en los primeros
ochenta trabajó con directores de tanto renombre como Montxo
Armendáriz en 27 horas; Francesc Betriú en
Requiem por un campesino español o con José
Luis García Sánchez en La corte del Faraón.
Sin embargo, el éxito definitivo llegó
con Mujeres al borde de un ataque de nervios. La película
de Almodóvar, que ganó una nominación al
oscar, atravesó las fronteras de nuestro país con
su humor fresco y Antonio empezó a sonar fuera de nuestras
fronteras. Aunque el empujon definitivo a Hollywood no llegaría
gracias al cine. En 1990, Madonna decidió incluirlo en
su documental En la cama con Madonna. La ambición
rubia, en pleno auge por aquel entonces, trató de seducirle
frente a las cámaras, aunque él mantuvo la compostura
dignamente. Sin embargo, la declarada admiración de la
rubia le abrió las puertas de una producción de
medio pelo gracias a la que Banderas penetró en el selecto
mundo de la meca del cine: Los Reyes del Mambo junto a
Armand Assante.
Fue
su segunda salida. Banderas, que ya era una estrella en España,
abandonó todo de nuevo y se marchó a Los Angeles.
Apenas sabía inglés, de hecho rodó Los
Reyes del Mambo memorizando sonidos, pero estaba dispuesto
a triunfar como fuese. Para ello aceptó papeles secundarios
en filmes de calado como Philadelphia, La casa de los espíritus
o Entrevista con el Vampiro y protagonistas en películas
de poco futuro como Two Much, Miami o Asesinos.
Fueron estos papeles secundarios los que le acercaron a lo más
alto de un Hollywood que comenzaba a mirar en serio a los latinos.
Y Banderas estaba dispuesto a hacer de todo para que su nombre
sonase.
Gracias al éxito de un director como Robert
Rodríguez, Banderas logró su primer éxito
serio en Estados Unidos con Desperado, una historia de
acción latina que le colocó en el primer plano de
Hollywood con su interpretación de un mariachi justiciero.
A partir de ese momento, Banderas sólo ha aceptado papeles
protagonistas, obteniendo éxitos sonados como La máscara
del Zorro; ha dirigido su primera película Crazy
in Alabama, financiada por su productora "Green Moon"
y protagonizada por su mujer Melanie Griffith; y se prepara para
tomar a lo grande la meca del cine con su estreno más caliente
Pecado Original y con la comedia infantil Mini espías.
Por llegar aún, la secuela de Desperado y la película
de Brian de Palma Femme Fatale.
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