Sin
duda, es uno de los hombres de moda, pero eso no le coge de nuevas.
Hace unos años sí, tras el éxito de Sentido y Sensibilidad.
Entonces, todos se preguntaban cómo era posible que un director
taiwanés hubiera podido adaptar de una forma tan deslumbrante
un clásico de Jane Austen. Desde entonces las cosas han cambiado
y Ang Lee ha vuelto a sus raíces, a la esencia de su cultura.
Ha pasado de consideraciones comerciales y ha rodado en su lengua
materna Tigre y Dragón una historia de artes marciales
con la que Lee reivindica un género devaluado y maltratado en
los últimos años.
Gracias a la posición que ha conquistado en la
meca del cine puede permitírselo. Lee ha sido desde siempre un
cineasta tocado por el éxito. Con su primera película Pushing
Hands (1992) ya atrajo la atención de ciertos críticos. En
esa película planteó un tema que, posteriormente, le permitiría
alcanzar grandes cotas como realizador: las diferencias culturales
entre oriente y occidente. Durante los años siguientes, Lee se
convertiría en un experto en retratar como la cultura oriental
milenaria iba asimilando las nuevas formulas sociales importadas
desde Estados Unidos y Europa.
El realizador no hacía más que reflejar su propia
vivencia personal. Graduado en el College of Arts de Taiwán, emigró
muy joven a los EEUU donde estudió dirección en la Universidad
de Illinois y producción cinematográfica en la Universidad de
Nueva York. Sus experiencias provenían de ambas culturas y de
ahí extrajo el material que necesitaba para su cine. Un año después
de su debut llegó El Banquete de bodas y el éxito a nivel
mundial. Lee tenía entonces 39 años y, gracias a la película,
lograba el Oso de Oro en el Festival de Berlín y varias nominaciones
a los Oscar.
Pero la estatuilla iba a llegar un año después,
con su tercera película Comer, Beber, Amar (1994) que se
convirtió en la mejor película de habla no inglesa en ese año.
Lee aún seguía girando en torno al eje de las diferencias culturales
pero ya daba muestras de cansancio y decidió probar con otro tipo
de temas. Y apareció el tema con el que siempre había estado obsesionado
desde niño "rodar una película de artes marciales".
Sin embargo, el momento aún no había llegado y,
tras mucho meditarlo, se decidió a aceptar Sentido y sensibilidad
(1995), una arriesgada apuesta que, si salía bien, podía abrirle
de par en par las puertas de Hollywood. Y salió mejor que bien.
En ese año Ang Lee consigue un Oscar al mejor guión adaptado y
una nominación para la mejor película, además se hace con el Oso
de Oro de Berlín y con varios premios Bafta. Ese mismo año, Lee
fue elegido como el mejor director por el National Board of Review
y el New York Film Critics Circle.
Este impresionante éxito le permite contar dos
años después con un magnífico reparto para rodar La tormenta
de hielo (1997). La película no obtuvo el éxito de Sentido
y sensibilidad, pero Lee logró hacerse con la Palma de Oro
en el prestigioso festival de Cannes. Después vendría la más desconocida
de sus películas Riding with the Devil (1999), para la
que contó con jóvenes promesas como Tobey Maguire o Jeffrey Wright.
Pero el prestigio de Lee no decayó. Lo estaba
esperando para cuando el realizador se decidiese a rodar su sueño
de siempre. Actualmente cosecha éxitos con Tigre y Dragon,
"la película que siempre he querido hacer", afirma. Y no sólo
la ha hecho sino que ha sido según sus normas. Rodada en chino
ha logrado hacerse un hueco en las carteleras de todo el mundo
y ha ganado 10 nominaciones para los Oscar, entre ellas mejor
película y mejor director. Cuando le preguntan por qué
no la rodó en inglés, Lee se limita a contestar "no me hubiese
sentido a gusto. Sería como si las películas de John Wayne estuvieran
hechas en chino".
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